martes, 31 de marzo de 2015

Algo de perspectiva

El 31 de marzo de 1889, en el marco de la Exposición Universal de París, se inauguró la Torre Eiffel.

La que se organizó fue tremenda. Grandes artistas e intelectuales franceses (¡hasta trescientos!) escribieron una carta en la que criticaban duramente semejante "inútil y monstruosa torre". En ella se le dedicaban palabras durísimas como estas:
«Esta lámpara de calle verdaderamente trágica» (Léon Bloy).
«Este esqueleto de atalaya» (Paul Verlaine).
«Este mástil de hierro de aparejos duros, inconclusos, confusos, deformes» (François Coppée).
«Esta pirámide alta y flaca de escalas de hierro, esqueleto gigante falto de gracia, cuya base parece hecha para llevar un monumento formidable de Cíclopes, aborto de un ridículo y delgado perfil chimenea de fábrica» (Guy de Maupassant).
«Un tubo de fábrica en construcción, un armazón que espera ser cubierto por piedras o ladrillos, esta alambrera infundibuliforme, este supositorio acribillado de hoyos» (Joris-Karl Huysmans).

Ahora, la Torre Eiffel es un monumento nacional: solo un pequeño plano en una película nos sitúa en Francia; muchos músicos han realizado conciertos en su base; y más de seis millones de turistas suben cada año a disfrutar de las vistas de París que se ven desde sus 300 metros de altura.

En estos tiempos en los que tendemos a demonizar lo nuevo o diferente, tal vez deberíamos pararnos a pensar con algo de perspectiva, aunque sea mucho imaginar, y pensar qué será dentro de cien años. A lo mejor nos sorprendemos de la capacidad de normalización y adaptación que tenemos...
Primer boceto de la Tour Eiffel. 1884



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