sábado, 28 de marzo de 2015

Dejadme la esperanza

El 28 de marzo de 1942 murió Miguel Hernández en la cárcel de Alicante.
Hubiera podido salvar su vida si se hubiera desdicho de sus palabras y actos. Esa fue la condición para llevarlo al hospital, en lugar de quedarse hacinado en una celda.

Dijo de él Pablo Neruda:

"Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!".

Sea. Porque no ha sido aún. A la vista están la Casa Natal, el legado, y el reconocimiento que no ha tenido por parte de las autoridades.

Algún día... Dejadme la esperanza...


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