martes, 12 de mayo de 2015

El sitio de mi recreo

Sentado en el sitio de mi recreo, con el murmullo de tus manos arropando mis palabras, recuerdo cómo me contabas que en tus sueños buscabas reencontrar aquel ángel caído, que se dejaba llevar por ti como se entrega la lluvia al sol, sin pensar en que el calor lo convertiría en vapor, y acabó por desaparecer.
Imagen: popdelos80.com
Comprender la anatomía de una ola, perdida en un océano de sol, no es más que la búsqueda de la última montaña a la que tuve que correr para intentar encontrar mis tesoros perdidos. Pero descubrí que el elixir de juventud no existe.
Y tuve que soñar entonces mi hogar en cualquier sitio donde, esperando nada, pero con el suelo lleno de papel arrugado con pedazos de canciones, confiar en que la chica de ayer regresaría a mi lado.

No me iré mañana. Te seguiré esperando.

(Perdón, maestro, por el atrevimiento que me ha animado a escribir este texto. Ha sido un impulso irrefrenable)

Hoy hace seis años que se nos fue Antonio Vega. Demasiado pronto...

La última vez que apareció en televisión, en mi casa se produjo un temblor en nuestro interior que silenció nuestra respiración. Teníamos en la pantalla, sentado en un sofá, débil pero con voz dulce, al que nos había traído las letras más íntimas y alejadas del ruido de la movida madrileña, de la que sin embargo, fue uno de los máximos representantes con su Chica de ayer. Un tesoro, como lo definió Miguel Bosé, su anfitrión aquella noche de 2007. Pero no fue la última actuación: mantuvo sus conciertos hasta pocas semanas antes de morir. Me contó una amiga, gran seguidora suya que lo pudo en Madrid en uno de aquellos conciertos, que lo que habíamos sentido nosotros en aquella aparición televisiva se podía acariciar en el ambiente que vivió, sabiendo, ella sí, que se estaban despidiendo...





No hay comentarios:

Publicar un comentario