Durante años hemos reclamado que la cultura en nuestra ciudad tenga mayor peso, que los teatros fomenten que todos podamos ir a ver las obras que proponen, con precios asequibles, y también nos hemos quejado de que la programación de los teatros dejaba mucho que desear.
Yo he sido siempre la primera en hacerlo.

En los últimos días he podido ir a ver dos obras, en el Teatro Arniches y en el Teatro Principal: Tío Bob y Rinconete y Cortadillo.
Tío Bob, durísima, con un impresionante Miguel Molina, premiado por ese papel, que lleva representando desde 2008.


En resumen, en las últimas dos semanas había al menos tres propuestas teatrales que se podían ver por precios absolutamente asequibles y de una calidad que está fuera de toda duda.
¿Alguien puede explicarme por qué no se llenaron ambos teatros hasta la bandera?
Dejemos de echar balones fuera, por utilizar un símil que seguro que todos reconocen. Asumamos, como sociedad, nuestra responsabilidad: no vamos al teatro porque no tenemos lo que hay que tener: cultura.
Y ya, si hablamos de danza, parafraseando a aquél, “ya tal”.
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