A punto de terminar el año, una hace balance, y
en este país, señores, visto lo visto, sólo ha habido una cosa reseñable este
año viejo de 2015: elecciones.
Empezamos con la resaca del no-referéndum, y,
aún sin resolver, nos plantamos en primavera con las autonómicas y municipales,
y tras el calurosísimo verano, primero las enésimas catalanas, y acto seguido,
la campaña de las generales que finaliza el próximo domingo.
La verdad -les voy a ser sincera- es que estoy
agotada. Porque no ha habido un sólo gesto, que pueda recordar, que no haya
estado pensado, dirigido y ejecutado con otro horizonte que las elecciones que
hubiera por delante. Y seguro que muchos de ustedes también piensan lo mismo.
Así pues, ahora que termina el año, ahora que
todo debería estar en su sitio, habrá que empezar a pensar en la resaca del
20-D, en los pactos futuros, en quién nos dirigirá a partir de ahora… y no
suspiren demasiado, que las norteamericanas, con sus primarias incluidas, nos
ocuparán todo el año que viene, aunque no votemos en aquel país.
Enhorabuena a los próximos ganadores, que ya
saben que son todos, felices fiestas y ánimo con el 2016, que sigue habiendo
curvas.
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