jueves, 3 de septiembre de 2015

País de emigrantes

Adiós, mi España querida,
dentro de mi alma te llevo metida.
Aunque soy un emigrante,
jamás en la vida yo podré olvidarte.
El emigrante - Juanito Valderrama (1955)

18 de julio de 1936.
Alzamiento militar, golpe de estado, inicio de la guerra civil.
Parafraseando a Blas de Otero, en aquellos tres años, aquí no se salvó ni Dios, lo asesinaron.
Después, 40 años de dictadura.

La solución que hallaron muchos españoles para sobrevivir fue el exilio, y, al final de la guerra se calcula que unas 500.000 personas, el 2% de la población total del país, habían salido de España, especialmente en dirección a Francia.
Al terminar, unas 300.000 personas decidieron repatriarse, pensando que no les ocurriría nada, al no haber cometido crímenes, ni participado en la contienda, pero una gran parte acabó encarcelada en condiciones lamentables.
En Francia, unos 15.000 murieron en campos de concentración.
Más tarde, entre 1959 y 1973 emigraron al continente europeo un millón de personas.
¿Ninguno de los que me escucha conoce historias más o menos cercanas de emigración?
¿Tan difícil es de entender para un pueblo de emigrantes que la gente quiera huir de la guerra, la pobreza o el hambre?
Bueno, los vencedores no lo entienden: ellos no lo necesitaron, y los que huyeron, seguramente, “algo tendrían que esconder”. Ese debe ser su planteamiento para dormir por las noches tras ver imágenes de los muertos en el Mare Nostrum.

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